Internet era nuestra. Nos la robaron entre quienes viven de extraer nuestros datos personales y quienes necesitan que se extienda el odio, pero antes todo ese espacio era nuestro. También nos robaron internet cuando privatizaron las redes que habían sido desarrolladas en centros de investigación públicos para dárselas a un puñado de empresas. O cuando se apropiaron de todo lo que millones de personas estaban haciendo en línea para empaquetarlo en un modelo de negocio que llamaron Web 2.0. Nos han contado internet como un ejemplo de éxito empresarial para que nos olvidemos del papel de los hacklabs, de la financiación pública, de streamers gastando zapatilla en las calles, de señoras enviando memes a grupos de WhatsApp, de activistas que conspiran, de riders en huelga… de millones de protagonistas que no suelen aparecer en los relatos y que son parte fundamental del desarrollo de las tecnologías digitales.
Repasar esta historia …
Internet era nuestra. Nos la robaron entre quienes viven de extraer nuestros datos personales y quienes necesitan que se extienda el odio, pero antes todo ese espacio era nuestro. También nos robaron internet cuando privatizaron las redes que habían sido desarrolladas en centros de investigación públicos para dárselas a un puñado de empresas. O cuando se apropiaron de todo lo que millones de personas estaban haciendo en línea para empaquetarlo en un modelo de negocio que llamaron Web 2.0. Nos han contado internet como un ejemplo de éxito empresarial para que nos olvidemos del papel de los hacklabs, de la financiación pública, de streamers gastando zapatilla en las calles, de señoras enviando memes a grupos de WhatsApp, de activistas que conspiran, de riders en huelga… de millones de protagonistas que no suelen aparecer en los relatos y que son parte fundamental del desarrollo de las tecnologías digitales.
Repasar esta historia de victorias —porque si perdimos tantas veces es porque un rato antes íbamos ganando— no es un ejercicio de nostalgia impotente, es una herramienta para recordar que se puede ganar. Que internet puede ser un territorio donde aprender, colaborar y avanzar hacia algo que se parezca un poco más al mundo en el que queremos vivir. Que podemos pensar una IA feminista y decolonial más sostenible, abierta y democrática. Este libro es memoria histórica de internet y también es una recopilación de herramientas para pasar a la acción, imaginar otras redes y construirlas juntes. De ahí que termine con un epílogo en el que la escritora Lola Robles adopta el formato de relato especulativo para comenzar a imaginar utopías digitales compartidas.
El mejor libro que he leído en 2024, aunque lo haya terminado de leer en 2025. Es, creo, el primer libro de ensayo que casi me ha hecho llorar de emoción. Optimista pero realista, muy bien documentado y aún así divertido y fácil de leer. Ofrece además muchos itinerarios para lecturas futuras. "Lo que necesitamos es confiar en que podemos construir espacios digitales que habitaremos, en lugar de usarlos pasivamente, para recuperar los futuros que nos han robado"
10/10, imprescindible para entender cómo se coció internet. Explica en paralelo la historia del desarrollo de las primeras plataformas de comunicación online desde universidades y hacklabs con la aparición de Silicon Valley y la conversión del código libre en negocio. Además, parte del relato desde dentro y narra el crecimiento del 15M desde la acampada en Sol y el uso novedoso que se hizo de redes en aquel entonces. Y, lo más importante, con una perspectiva optimista de fondo que creo que tanto necesitamos hoy.